<$BlogRSDURL$>

lunes, mayo 03, 2004

Corpo e potência criativa. 

En la medida, por el contrario, en que capto en él la extensión de la existencia que se me ha revelado a mi en primer lugar, el objeto me llega a ser inmanente.” (Georges Bataille, “Sobre Nietzsche”).

O corpo ocupa um espaço, por ende, exerce um poder. Ocupar é apoderar-se, é ativar a forma, é fazer do corpo uma potencia que destroi, fragmenta, uma Spaltung de criaçâo que territorializa desterritorializando. Corpo que é capaz de entrar em espançâo ao infinito, mas só com relaçâo a outros corpos e sua diferença. E é nesta afirmaçâo do diferente em que o corpo se expande em contato com outros corpos, é só aqui que o infinito pasa a ser realmente expansivo, pois ele se constitiu do movimento. E o que é que permite este movimento senâo é o Corpo e sua relaçâo com a matéria(corpos)? Nâo existe o infinito sem o movimento, o que exite é o processo de infinitude, expançâo constante e eterna de uma multiplicidade que deriva de sua duraçâo. O corpo é sua propia extençâo quando entra em movimento. Sobre sua própia duraçâo é capaz de formar uma linha expresiva infinita que ao tocar seus limites, gera novamente uma expançâo, como um propio processo implosivo que fragmenta diretamente o seu eixo. O processo de infinitude é gerar uma nova potência, que se desprenda do corpo, como um novo, ocupando um novo lugar. “Cuanto más profundicemos en la naturaleza del tiempo, tanto más comprenderemos que la duración significa invención, creación de formas, elaboración continua de lo absolutamente nuevo”(Henri Bergson).
Instituir o corpo como modelo, essa é a idéia do “Deus” Spinoziano frente ao “cogito” Cartesiano, constituir uma realidade que se estenda independete da conciencia. Conciencia que só é capaz de registrar o efeito que ocorre entre dois corpos, registra-la em representaçôes que só provocam sintomas. Uma ilusâo, como a de um reflexo condicionado, e lhe atribuimos ser causa a priori. Pois o corpo supera a realidade que dele se tem. “Nâo sabemos o que pode um corpo”. Escolher o corpo como modelo é gerara uma nova potência.

|

domingo, mayo 02, 2004

Problematización del Deseo en el Psicoanálisis 

Y puesto que son humanos, y responsables, e incluso nos quieren y están asustados, intentarán curarnos. Es posible que lo consigan. Pero todavía nos queda la esperanza de que fracasen.”
R. Laing

Entender y trabajar el concepto de Deseo implica siempre una importancia ética en la construcción de un espacio clínico, o más allá de este. Debido a esto, creo que es fundamental ahondar sobre este tema e instaurar una crítica sobre las concepciones psicoanalíticas que presentan este concepto en su forma negativa, creando, de esta forma un espacio micropolítico de análisis, ya que como nos trae Baremblitt: “…la imagen del Deseo en la cual uno cree, o que asume como propia contiene, implícita o explícitamente, valores que tienden a conducir la existencia, en un determinado sentido o en otro”.

Así, podemos ver, en un caso del propio Freud y retomado por Lacan como el deseo se va formando en el sujeto, o, va formando el sujeto en si mismo. En una oportunidad, Freud observó un niño de 18 meses, el cual jugueteaba con un carretel atado a un piolín, arrojándolo debajo de su cama haciéndole desaparecer, repitiendo un “o-o-o-o” al cual se le atribuye el significante “Fort” (se fue), y luego recuperándolo, tirando del piolín seguido de un “Da” (acá esta), acción a la cual le atribuía ser causa de mayor placer.

 
Este juego demostraba, según Freud, los importantes resultados del orden cultural obtenidos por el niño sobre su deseo, que, como renuncia pulsional lo ayudaba a admitir la ausencia de la madre sin presentar oposiciones. Freud va a analizar aquí como el niño cambia de actitud frente a la pérdida, pasando de ser pasivo a activo. “El acto de arrojar un objeto para que “se vaya” acaso era la satisfacción de un impulso, sofocado por el niño en su conducta, a vengarse de la madre por su partida; así vendría a tener este arrogante significado: “Y bien, vete pues no te necesito, yo mismo te hecho”.(1) Freud observa como, en el juego, si el niño tiende a repetir algo desagradable es debido a una obtención de placer de otra índole. Es a partir del juego que el niño toma control de la situación, abandonando él a su madre en forma simbólica, construyendo así el proceso de control por su parte. Antes era la madre que se ausentaba, ahora es él quien la ausenta arrojando el carretel. “En la vivencia era pasivo, era afectado por ella, ahora se ponía en papel activo repitiéndola como juego, a pesar de que fue displacentera.”(2)
 
Estas representaciones simbolizadas en los juegos de niños tienden a repetirse, sin desvincularse de las experiencias más dolorosas, produciendo en el niño, como dice Freud, un “elevado goce”. Y así, bajo el principio del placer, el niño crea un medio para poder representar los recuerdos, aunque estos sean de por sí displacenteros.
 
Frente a esta misma situación, otras interpretaciones son realizadas por Lacan, quien ve este duelo como la oportunidad de acceso al lenguaje simbólico (es necesario que la cosa se pierda para ser representada(3)). Es a partir de aquí donde el niño es capaz de pasar del ser objeto de deseo, al poseerlo. “Para dar un sustituto a esa vivencia en el ser, el niño deberá acceder a la dimensión del tener”. A partir de aquí es necesario que el niño pase de ser objeto de deseo para constituirse como sujeto de deseo para ese Otro. “Si no podemos tener la cosa (objeto perdido), la matamos simbolizándola por la palabra”(4). Este proceso consiste en transformar un Significante antiguo en uno nuevo haciendo pasar al antiguo por la barrera de la significación. Este nuevo Significante, que viene a sustituir al significante del deseo de la madre es designado con el titulo de Nombre del Padre. “Así, el símbolo se manifiesta en primer lugar como asesinato de la cosa, y esta muerte constituye en el sujeto, la eternización de su deseo.”(5) A través de estas dos interpretaciones dadas por dos de los mayores exponentes del psicoanálisis podemos ilustrar como las dos concepciones de este deseo tienen una tendencia volcada hacia la muerte, hacia la inmutabilidad. Ya sea la de Freud, quien ve esta actividad no como sometida al principio del placer, que tiende a sustituir un estado penoso a un estado agradable ya que repetiría un estado desagradable, sino como una tendencia de la vida a volver a su estado inorgánico, también llamado como pulsión de muerte. Sobre esto Freud escribe: “Las pulsiones orgánicas conservadoras han recogido cada una de estas variaciones impuestas a su curso vital, preservándolas en la repetición; por ellos esas fuerzas no pueden sino despertar la engañosa impresión de que aspiran al cambio y al progreso, cuando en verdad se empeñaba meramente por alcanzar una vieja meta a través de viejos y nuevos caminos. Hasta se podría indicar cual es esta meta final de todo bregar orgánico. Contradiría la naturaleza conservadora de las pulsiones el que la meta de la vida fuera un estado nunca alcanzado antes. Ha de ser más bien un estado antiguo, inicial, que lo vivo abandonó una vez y al que aspira a regresar por todos los rodeos de la evolución. Si nos es lícito admitir como experiencia sin excepciones que todo o vivo muere, regresa a lo inorgánico, por razones internas, no podemos decir otra cosa que esto: La meta de toda vida es la muerte; y, retrospectivamente: Lo inanimado estuvo ahí antes que lo vivo.”(7)
 
La interpretación de Lacan no se aleja tampoco de estar marcada por la muerte, ya que como el mismo expresa, “la palabra es la muerte de la cosa”. Haciendo que todas las singularidades tomen el orden primordial dado por el Significante, aplastando así, toda posibilidad volcada hacia nuevos universos caóticos. La interpretación estructural del sujeto elimina los caracteres creativos de éste. “El orden simbólico pesa como una capa determinista... La eternización del deseo, mentada por Lacan, es una petrificación”(8) del Deseo.
 
 
Sobre estas dos interpretaciones, podemos empezar a ver que constituye el deseo para el psicoanalisis, llevándonos a pensar que, como ya se sabe, el Sujeto del deseo, el que desea, es una parte separada de lo que se conoce como yo conciente y voluntario, por una barrera llamada represión. Pero, en si, lo que este sujeto inconsciente desea es un Objeto, que no existe en la realidad. El deseo para el psicoanálisis tiene como fin formar una representación, una metáfora de este Objeto, construyendo un mundo de fantasía que le permita llegar al estado de “placer”, que no es más que la ausencia de una carga displacentera, eliminando así el Deseo inconsciente, que es tomado como algo incomodo molesto (dispalentero). Según Freud “...la acumulación de excitación es percibida como displacer, y pone en actividad al aparato a fin de producir de nuevo el resultado de la satisfacción, en esta, el aminoramiento de la excitación es sentido como placer. Una corriente de esa índole producida dentro del aparato, que arranca del displacer y apunta al placer, la llamamos deseo.” (9)
 
Podemos ver así, como el deseo, para el psicoanálisis, esta marcado por un sentimiento de culpa que pretende eliminar el deseo en si mismo, parar de desear. El sujeto debe aceptar que no posee objeto real y su completa realización es imposible, generando así un ser totalmente en falta.
 
Vemos aquí, como el deseo se produce por una falta, el ser que carece es el ser del Deseo, que nada más desea una representación, su deseo no tiene objeto en lo real y debe ser simbolizado. La castración sería en este caso, la introducción del sujeto al mundo del Deseo, que es nada más una metáfora de éste, y, sometido a la ley del Padre, no puede hacer más que carecer y girar en torno de representaciones. Un ejemplo de esto está dado por Freud en su caso “El hombre de los lobos”, de donde despliega una gran cantidad de metáforas siempre arrastradas hacia el lugar trascendente del Significante, que dictamina lo que debe ser escuchado, interpretado, lo reprimido primordial,(10) proceso por el cual el psicoanálisis aplica un verdadero coup d´Etat al inconsciente. Pero si Freud no entendía nada de lobos(11), mucho menos de niños. Todo lo heterogéneo, las distintas multiplicidades reflejadas en este Fort Da se homogeneizan por la predominancia de este Significante despótico que se instaura con el advenimiento del Nombre del Padre como estructurante del deseo del sujeto. Aquí vemos como el complejo de Edipo juega un papel fundamental para el registro del deseo a través de una triple falta, ya sea castrado por la falta simbólica de un objeto imaginario, o frustrado por la falta imaginaria de un objeto real, o privado por la falta real de un objeto simbólico. Siempre es la falta, con su triple movimiento, la encargada de inscribir la ley en el deseo, arrastrando consigo toda una cadena de representaciones. El poder se separa de la multiplicidad y se configura a través del Significante (N. del P.). Surge aquí un código, que permite inscribir en el lenguaje su función meramente simbólica.
 
 
Así, estamos completamente de acuerdo con Deleuze y Guattari cuando escriben que “es preciso hablar de castración en el mismo sentido que edipización, pues aquella es su coronación: designa la operación por la que el psicoanálisis castra el inconsciente, inyecta la castración en el inconsciente. La castración como operación práctica sobre el inconsciente es obtenida cuando los mil cortes-flujos de maquinas deseantes, todos positivas, todas productivas, son proyectados a un mismo lugar mítico, al rasgo unitario del significante.”(12) En este sentido Edipo esta siempre al final de la producción cumpliendo una doble función, por un lado castra al deseo, luego lo registra, imponiéndole un representante manejado bajo e orden de lo reprimido primordial encargándose de llevar su repetición hasta el infinito. La asociación libre, en ves de abrirse hacia la sumersión caosmica de este inconsciente productivo, se petrifica en una representación teatral, condicionada por el Significante despótico. Edipo se apoderó de todas fuentes de deseo, como si el Deseo hubiera surgido de él.
 
No pretendo con este trabajo, cuestionar la existencia de Edipo, pues el principal problema es que éste funciona. Funciona como centro en el cual se apoya toda institución familiar como aparato represivo, ya que como nos recuerda Engels: “Famulus quiere decir esclavo doméstico, y familia es el conjunto de los esclavos pertenecientes a un mismo hombre.”(13) Pero debemos entender que entre sus tres ángulos estallan constantemente los flujos del Deseo hacia nuevos lugares, y sobre esto, el psicoanálisis nada puede hacer, más que tratar de filtrar toda producción deseante y llevarla hacia un mismo lugar mítico, donde prevalece la Ley. Entendemos entonces, que Edipo, siempre se trató de una cuestión política. Siguiendo a Reich: “El padre es, por así decirlo, el portavoz y representante de la autoridad estatal en la familia. Es una especie de sargento: subordinado en el proceso de producción, jefe en su función familiar; mira desde abajo a los superiores, se impregna de ideología dominante (de aquí su tendencia a la imitación) y es todo poderoso con sus inferiores; no se limita a transmitir las ideas de la jerarquía y de la sociedad, las impone.”(14) Edipo funciona como fórmula institucional del aparato de Estado, es el encargado de encerrar el deseo dentro de las dimensiones institucionales impidiendo el surgimiento de los caracteres creativos que giran entorno de la producción inconsciente. Pensamos que existe, anterior a la Nachverdrängung y a la propia Verdrängung una represión general, social, por parte de un aparato de Estado que nos conduce a desear la represión en si mismo como bien supieron plantear Spinoza y Reich.(15) Pero creemos siempre en la existencia de algo más, creemos en un nuevo Deseo, que ya no desea por falta, ni por represión; sino, por el propio impulso afirmativo de la vida que tiende a reproducirse en una lógica de Eterno Retorno.(16) “El polo revolucionario del fantasma de grupo aparece, al contrario, en el poder vivir las propias instituciones como mortales, en el poder destruirlas o cambiarlas según las articulaciones del deseo y el campo social, al convertir la pulsión de muerte en una verdadera creatividad institucional”.(17) El problema que planteamos aquí no es el de Ser tal o cual tipo de humano, para lo cual como dice Lacan “el complejo de Edipo es esencial…”(18), sino que, nos planteamos la posibilidad de Devenir inhumano, descubriendo las distintas poblaciones, las zonas de intensidad que atraviesan los cuerpos.
 
 
Es interesante ver como las memorias de Schreber están repletas de pueblos, razas, sexo, Dioses: teoría de un pueblo elegido por Dios, alemanes amenazados, por judíos, por católicos, eslavos; una serie de devenires, metamorfosis, presidente, muchacha, alumno, mogol. Schreber es hombre y mujer, padre e hijo, sujeto indefinido de forma trans-posicional. Pero más interesante resulta encontrarnos con las palabras de Freud, en donde ningún punto parece resistir al gran referente. Todo queda aplastado bajo los tres ángulos de un Edipo que parece volcar todo sobre el padre, Dios. Las razas, las culturas, las mutaciones, todos parecen ser aquí meros sustitutos de un padre ausente. Nietzsche declara, “Soy todos los nombres de la historia” aunque parece que para el psicoanálisis él único nombre que produce historia es el nombre paterno desplazado. Hablando del hombre de los lobos Lacan nos dice que: “El significante entonces, será dado primitivamente, pero hasta tanto el sujeto no lo hace entrar en su historia no es nada. El deseo sexual es, en efecto, lo que sirve al hombre para historizarse, en tanto que es a este nivel donde por primera vez se introduce la ley”(19). Pero en el caso de Schreber (y podría ser también el caso de Nietzsche), la ausencia de Edipo es interpretada por el lado de la falta del padre, falta de la ley. Un agujero en la estructura que nos deriva al otro lado de Edipo (preedipico), el de las identificaciones imaginarias en lo indiferenciado materno ¡Ya no hay forma de escapar! De un lado a otro se nos pasa, lo que es repudiado en lo simbólico, reaparecerá en lo real bajo la forma alucinatoria. Por lo tanto, todo el contenido social, histórico, político, racial del delirio es interpretado como un conjunto de identificaciones imaginarias ya no dependiendo de la falta edípica, sino de lo que falta para dejarse edipizar. Entonces vemos como el analista funciona como un aliado de la familia. Si la función de la familia es distribuir la carencia e instaurar la represión, el analista es el encargado de doblar este rito. En palabras de Freud: “La rectificación, con posterioridad (nachträglich), del proceso represivo originario, la cual pone término al hiperpoder del factor cuantitativo, sería entonces la operación genuina de la terapia analítica”.(20) Aquí radica uno de los principales problemas del psicoanálisis, en lugar de catexizar el campo social, buscando las distintas conexiones de los flujos, sus cortes, sus intensidades, sus atravesamietos, sus composiciones (maquínicas), este sigue en busca del mito, tratando de hacer aceptar al inconsciente las leyes de la carencia y promoviendo un sujeto construido en base a una deuda infinita. Análogo al proceso del capitalismo, el psicoanálisis actúa promoviendo esta deuda, como base del proceso de producción, instaurando la falta como eje de la producción. Deuda infinita por la cual el proceso de producción queda circunscrito a la lógica que niega el Deseo en si mismo. Pero toda falta no es más que producida, y así el psicoanálisis ha pasado de los objetos parciales fragmentados a un sujeto separado del su objeto de completud. El proceso inmanente de producción toma como resultado el producto trascendente separado subsumiendo a la producción en el producto al cual nunca se llega a alcanzar, pero es de él e donde nace todo Deseo. Así, se forma, sobre el campo de Deseo ( y llamamos aquí campo del Deseo, a todo el campo social) una especie de superficie que opera capturando las fuerzas del deseo entorno a representaciones que tienden a eliminar así, todas las fuerzas de la diferencia, “por medio de amalgamas, de metáforas, de analogías mal controladas, se dibuja el perfil de un pensamiento “reaccionario” que tiende con apasionamiento a la inmovilidad de las cosas para garantizar el orden precario del hombre.”(21)



CITAS:

1) FREUD, S. , “Más allá del principio del placer”, Obras Completas, tomo XVIII, Amorrortu, Bs As, 1984, pág. 16.
2) Ibíd.
3) LACAN, J., en DOR, J., “Introduçâo à Leitura de Lacan: o inconsciente estruturado como linguagem”, Artes Medicas, Porto Alegre, 1989, pág. 90.
4) Ibíd., pág 91.

5) LACAN, J., “Escritos 1”, Siglo XXI, México, 1984, pág, 307.

7) FREUD, S., op. cit., pág. 38.

8) GUATTARI, F. “Caosmosis”, Manantial, Bs As, 1996, pág. 93-94.

9) FREUD, S., “La interpretación de los sueños” Tomo V, Amorrortu, Bs As, 1984, pág. 588.

10) “La migración del material (escena primordial-historia del lobo- cuento de los siete cabritos) es reflejo del progreso del pensamiento en el curso de la formación del sueño: añoranza de la satisfacción sexual por el padre-intelección que esta condicionada a la castración-angustia ante el padre”. FREUD, S., “De la historia de una Neurosis Infantil (el Hombre de los Lobos) ” Tomo XVII, Amorrortu, Bs As, 1984, pág. 41.

11) Referencia al texto de Deleuze y Guattari, “¿Uno solo o varios lobos?”. Ubicado en “Mil Mesetas: capitalismo y esquizofrenia”, PRE-textos, Valencia, 2000. “Ahora bien ¿Quién ignora que los lobos van en manada? Nadie, salvo Freud. Lo que cualquier niño sabe perfectamente. Freud lo desconoce”, pág.35. “Para él siempre habrá que reducirlo todo a lo Uno: las pequeñas cicatrices, los agujeritos serán siempre subdivisiones de la gran cicatriz o del agujero mayor llamado castración…”, pág. 38

12) DELEUZE, G.-GUATTARI, F., “El Anti-Edipo: capitalismo y esquizofrenia”, Piadós, Barcelona, 1998, pág. 66.

13) ENGELS, F., “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Moscú, S/F, pág. 64.

14) REICH, W., “La revolución Sexual”, Planeta –Agostini, Barcelona, 1993, pág. 96.

15) “Por ello, el problema fundamental de la filosofía política sigue siendo el que Spinoza supo plantear (y que Reich redescubrió): “¿Por qué combaten los hombres por su servidumbre como si se tratase de su salvación?”…”Nunca Reich fue mejor pensador que cuando rehúsa invocar un desconocimiento o una ilusión de las masas para explicar el fascismo y cuando pide una explicación a partir del deseo, en términos de deseo: no, las masas no fueron engañadas, ellas desearon el fascismo en determinado momento, en determinadas circunstancias, y esto es lo que precisa explicación, esta perversión del deseo gregario”. DELEUZE, G.-GUATTARI, F., op. cit., pág. 36.

16) Para una interpretación del Eterno Retorno aplicada en este trabajo ver Nietzsche “ Asi hablaba Zaratustra” cap. III. DELEUZE G. “Nietzsche y la Filosofia”, Anagrama, Barcelona, 2000, pág. 70 y sig. También la noción de circulo vicioso en: KLOSSOWSKI, P., “Nietzsche y el Circulo Vicioso”, Altamira, Argentina, 2000.

17) DELEUZE, G.-GUATTARI, F, Ibíd., pág. 68-69

18) “…para que el ser humano pueda acceder a una estructura humanizada de lo real” LACAN, op. cit., pág. 283.

19) Ibíd., pág. 225, el subrayado fue resaltado por mi

20) FREUD S., “Análisis Terminable e Interminable”, Obras Completas, tomo XXIII, Amorrortu, Bs As, pág 230.

21) FOUCAULT, M., “Las palabras y las cosas”, Siglo Veintiuno, Argentina, 2002, pág. 269.




|

This page is powered by Blogger. Isn't yours?